"El señor de los Saltamontes" o Lord Auberon
El otoño se acercaba y trató de visitar una vez más el mundo de los mortales, tomó la forma de un soberbio saltamontes, el más grande quizás, el más fuerte, y su espíritu voló a los montes de la tierra, y recorrió valles y campos, y se alimentó y procreó.
Pasaron los años y su piel se endureció. Sus alas se volvieron más rígidas, perdió la palabra, extravió pases y conjuros mágicos, y olvidó como regresar a Faerie. Dejó atrás todo vestigio de su vida como rey de las hadas y así solamente vivió una vida de insecto.
El último día del verano, en su última noche, y cinco minutos antes de la medianoche, se detuvo a descansar entre las hojas del jazmín, en la calle de una gran ciudad, a metros de un viejo y gigantesco cedro. Sus alas se extendieron por última vez, y así, bajo la ultima luna llena cerró sus ojos para siempre, segundos antes de recordar cómo un relámpago, cuál era la palabra para regresar a su forma fantástica. Pero no supo pronunciarla muriendo atrapado en esa pequeña armadura.
Su cuerpo sería luego encontrado por mí, y alojado en mi mano. lo coloqué junto al reloj de madera, también detenido desde hace tiempo a esa hora exacta, inmóvil, durmiendo.
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