Wednesday, September 05, 2018

QUEMARSE A LO BONZO


Thích Quảng Đức lo hizo en señal de protesta contra las persecuciones que sufrían los budistas por parte del gobierno de Ngô Đình Diệm. Las fotografías del hecho dieron la vuelta al mundo y sirvieron para cuestionar las políticas adoptadas por el régimen de Diệm. Malcolm Browne ganó un premio Pulitzer por la fotografía del monje,2​ y David Halberstam, realizó un informe sobre el hecho. Después de su funeral, en el que sus restos fueron finalmente reducidos a cenizas, el corazón de Quang Duc no se quemó;34​ fue recuperado y atesorado como una reliquia.5​ Este hecho fue tomado como un símbolo de su compasión y llevó a los budistas vietnamitas a honrarlo como bodhisattva.

El hecho ocurrió en la intersección de las calles Phan Dinh Phung y Le Van Duyet.184​ Thích Quảng Đức bajó del automóvil junto a otros dos monjes. Uno de los acompañantes puso una almohada en la calle mientras el otro abría el maletero del automóvil y sacaba un bidón de gasolina. A medida que la multitud se reunía alrededor del lugar, Thích Quảng Đức se sentó en la almohada adoptando la posición del loto. Después que vaciaron el contenido del bidón sobre su cabeza, Thích Quảng Đức recitó las palabras «Nam Mô A Di Đà Phật» («homenaje a Buda Amitābha»), prendió posteriormente un fósforo y se lo arrojó al cuerpo. El fuego consumió su ropa y carne, mientras el humo emanaba de su cuerpo en llamas.

Las últimas palabras de Thích Quảng Đức quedaron registradas en una carta que escribió antes de suicidarse:
Antes de cerrar los ojos y dirigirme hacia la figura de Buda, suplico respetuosamente al presidente Ngô Đình Diệm que tenga compasión de los habitantes de la nación y que desarrolle una igualdad religiosa que mantenga la fuerza de la patria para siempre. Llamo a los venerables, reverendos, miembros de la sangha y predicadores budistas para que se organicen y hagan sacrificios con el objetivo de proteger el budismo.7

El periodista David Halberstam escribió:

Iba a ver la escena de nuevo, pero una vez fue suficiente. Las llamas venían de un ser humano; su cuerpo se marchitaba y secaba lentamente, su cabeza se ennegrecía y carbonizaba. Sentía en el aire el olor de la carne humana quemándose; los seres humanos se queman sorprendentemente rápido. Detrás de mí pude escuchar los sollozos de los vietnamitas que se reunían alrededor. Estaba demasiado horrorizado para llorar, demasiado confundido para tomar notas o hacer preguntas, demasiado desconcertado incluso para pensar... Mientras se quemaba no movió ni un músculo, no pronunció ni un sonido, su compostura contrastaba con los lamentos de las personas a su alrededor.20

 Cuenta la historia que su corazón quedó intacto y que dos monjes lo llevaron a su destino final.

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